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martes, 26 agosto, 2025
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De la pólvora al blanco: todo lo que puede fallar

Para hablar de tiro de precisión es fundamental comprender los fenómenos físicos que provocan desviaciones en la trayectoria de un proyectil, especialmente al disparar a distintas distancias. Estos fenómenos pueden clasificarse dentro de la balística interior, exterior, o incluso en ambas, por su interrelación. Los proyectiles –tanto de armas largas como cortas– pueden desestabilizarse o voltearse debido a múltiples factores.

Uno de ellos es la deficiente fabricación del ánima del cañón, ya sea por un diseño mal calculado, por el tipo de cartucho o calibre empleado, por el desgaste excesivo producido por un uso constante, o por una incorrecta o deficiente terminación derivada de un mal control de calidad. A éstos se los conoce como factores intrínsecos.

También existen factores extrínsecos, es decir, circunstancias físicas o ambientales externas que pueden alterar la trayectoria del proyectil. El diseño del cañón influye directamente en cómo se comporta la bala. Por ejemplo, algunos cañones de pistolas no admiten proyectiles de plomo, ya que las dimensiones de sus estrías (campos y macizos) no son compatibles con la dureza de la aleación del proyectil (plomo-antimonio).

En ciertos casos, los proyectiles saltan las estrías debido a esta incompatibilidad, especialmente cuando se combinan con una velocidad media o alta y con estrías poco profundas. Esto puede hacer que el proyectil llegue al blanco de costado y no de frente, afectando la precisión. 

La zona crítica: velocidad transónica

Al hacer tiro de precisión a larga distancia, es vital que el proyectil no se acerque a la velocidad transónica –esa franja entre supersónica y subsónica–, ya que genera inestabilidad por ondas de presión y vibraciones irregulares. Esto disminuye sensiblemente la precisión. Por eso hay que estudiar bien la balística del calibre a utilizar acorde a la distancia.

Otro punto crítico es el desgaste del cono de forzamiento (inicio de las estrías). Cuando éste se deteriora, el proyectil puede ingresar cruzado a las estrías y salir también desalineado, iniciando un vuelo desestabilizado. Por eso, en armas de precisión el free bore (espacio libre entre la recámara y el inicio de las estrías) debe ser lo más corto posible para evitar un vuelo libre excesivo que afecte a la precisión. Similar efecto negativo puede producirse si hay desgaste o deformación en la corona o boca del cañón, que también puede desbalancear al proyectil en el momento crítico de su salida.

El desgaste del ánima está ligado a la fricción entre el proyectil y las estrías. Este se ve influido por el tipo de material (plomo, antimonio o encamisado), por su velocidad y presión, por el método de fabricación del cañón (broca: desbaste de material; martelado: golpes múltiples en frío; extrusión: expansión interna; corrosión ácida química) y por la calidad del acero y sus tratamientos térmicos (templado y revenido). Un mito común es que la temperatura generada por la explosión de la pólvora desgasta el ánima.

Sin embargo, para que el calor afecte significativamente el interior del cañón, deben combinarse dos condiciones: alta cadencia de disparos sin interrupción y una temperatura sostenida superior a los 500 °C. En condiciones reales, esto casi nunca ocurre. Por ejemplo, un cañón apenas supera los 100 °C tras algunos disparos, muy por debajo de los 205–300 °C del revenido o los 850 °C del templado (temperatutra crítica).

En cartuchos como el .338 Lapua Magnum se observa una pérdida de precisión luego de 900 a 1.200 disparos, pero ésto se debe más a la altísima presión y velocidad de los proyectiles que a la temperatura. Por este motivo, las armas automáticas o de gran calibre se fabrican con aceros especiales de alta resistencia térmica y mecánica, como los UHSS (Ultra High Strength Steel), capaces de soportar tracción, calor y fatiga.

Otro punto clave es el acabado interno del cañón. El estriado debe estar prolijamente bruñido, con superficie tipo espejo, para que el proyectil no copie imperfecciones que lo desbalanceen. En proyectiles FMJ (Full Metal Jacket) o SJP (Semi Jacketed), es vital que el espesor de la camisa sea uniforme. Cualquier diferencia en peso o distribución puede alterar el centro de gravedad y provocar vuelo errático. Cañones delgados también afectan la precisión: al disparar cartuchos potentes, generan más vibración (latigazo) que los bull barrel (gruesos), haciendo que el proyectil salga con trayectoria alterada.

Cuestiones matemáticas

El paso de estría y la longitud del cañón son otros elementos determinantes. Un proyectil largo y pesado (como el del .338 Lapua) requiere un paso de estría corto (ej.: 1:8) para estabilizarse. En cambio, proyectiles más livianos necesitan pasos largos (ej.: 1:12), para evitar la sobreestabilización. Además, el largo del cañón debe permitir la combustión completa de la pólvora dentro del ánima. Si ésta se produce de forma incompleta, la velocidad, precisión y penetración del proyectil se ven afectadas.

La estabilidad total de un proyectil puede alcanzarse entre los 30 y 60 metros después de salir del cañón, dependiendo del calibre y la carga. A mayor distancia, el proyectil pierde velocidad y con ella su efecto giroscópico, desestabilizándose.

Sentido del giro

Las estrías pueden tener sentido dextrógiro (derecho) o siniestrógiro (izquierdo), lo que puede generar una deriva giroscópica: una leve desviación hacia un lado u otro por la rotación. A esto se suman otros factores extrínsecos: gravedad, presión atmosférica, viento (frontal, lateral, de cola), altitud y rotación de la Tierra. Todos inciden en la precisión.

El diseño del proyectil también ayuda: las balas spitzer (punta aguda) tienen mejor coeficiente balístico que las de punta roma o troncocónica, porque ofrecen menor resistencia al aire. Las bases tipo boat tail reducen la turbulencia posterior, generando menos succión negativa que desestabiliza al proyectil. Cuando una bala está correctamente diseñada, logra un momento estabilizador durante su trayectoria, que la mantiene eficaz y precisa.

Como vemos, errar no simplemente es una cuestión humana de visión, pulso o respiración. Sino que previamente requiere estudiar cuestiones exógenas al entrenamiento y que tienen que ver con el arma, cartucho y calibre.

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