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jueves, 30 enero, 2025
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La condesa que murió en Buenos Aires. Nació en Viena, era artista y los desnudos que dibujada eran inquietantes para su época

Nació en Viena en 1887 como Marietta Ronsperger, en el seno de una familia burguesa, y vivió una juventud cosmopolita –residió en ciudades como Viena, Berlín, Atenas, París y Buenos Aires– que influyó profundamente en su obra. Autodidacta, Mariette Lydis exploró la condición humana como pintora e ilustradora, y es reconocida por su contribución al arte del grabado. Además, su gran habilidad para bucear en temas sociales y emocionales con mucha sensibilidad dio forma a una larga lista de retratos sensuales, estudios de enfermos mentales y magníficas representaciones de niños que, para muchos, tornan su obra inclasificable por su rareza. Según ella misma cuenta en su autobiografía, le fascinaba toda la escala de las pasiones del hombre, “donde el ser humano aparece sin máscaras, sin límites, completamente desnudo y, sin embargo, rodeado de misterio, especialmente en los ojos, esas vacías ventanas que dan hacia la nada”.

La pintora y grabadora en su estudio parisino, circa 1930, en total black, con pantalones anchos y remera polo.AFP

PRIMERA VIDA

Su carrera artística comenzó en Viena donde, muy joven, se casó con Julius Koloman Pachoffer-Karñy, quien murió en abril de 1922 (por eso entre 1919 y 1922 firmó con las iniciales MPK). Tiempo después le dio el sí al industrial griego Jean Lydis, lo que la llevó a mudarse a Atenas. Fue testigo de la Primera Guerra Mundial, una experiencia que la marcó para siempre, y en 1924 se separó de Lydis (de ese matrimonio le quedó el apellido con el que más tarde firmaría su obra). Tras su divorcio, empezó a florecer como artista en escenarios como Berlín, Florencia y París, donde vivió entre 1924 y 1939. Mariette Lydis fue muy reconocida por sus piezas sobre prostitutas, lesbianas y niñas y alcanzó éxito y fama en la efervescente escena de Montparnasse. Por esa época se hizo amiga del conde Giuseppe Govone, un editor de arte que conoció en 1928 y que se convirtió en su tercer marido en 1934. Convocada por la industria editorial, ilustró obras geniales, como El arte de amar, de Ovidio, los Cuentos del Decamerón, de Boccaccio, y Las flores del mal, de Baudelaire, entre otros. En ese París de los años 30 en el que triunfó e impuso su nombre, Mariette era abiertamente bisexual. Huyendo de la Segunda Guerra, dejó París y a su marido y puso rumbo a Inglaterra con su amiga Erica Marx –sobrina nieta de Karl Marx–, con quien se refugió en Winchcombe hasta su partida a Buenos Aires, en julio de 1940, invitada por el marchand Müller. Casi sin dinero, se instaló primero en el Alvear Palace Hotel y después, en un departamento de la calle Cerrito al 1200, en el barrio de Recoleta, siempre junto a Erica Marx, donde terminó de definir su estilo y continuó con su obra. “La pintura es mi pasión, mi prisión y mi escape. Sin ella me siento inútil, incapaz de amar. Si trabajo bien, me siento feliz”, dijo Mariette en el libro que cuenta su vida, de Iván Rosado.

Mariette Lydis en su estudio con una modelo (1930).AFP

SEGUNDA VIDA

Mientras su título de condesa enamoró a la aristocracia porteña, por su talento fue bien recibida en los círculos intelectuales: tener un retrato realizado por Mariette Lydis, la misma que había retratado a Marie Bonaparte, era una señal de status, inteligencia y modernidad. Además de con su arte, Lydis se ganaba la vida dando clases particulares de dibujo y pintura a alumnas muy recomendadas. Rápidamente expuso sus obras, ilustró el número inicial de la revista Los Anales, dirigida por Jorge Luis Borges, se hizo amiga de Victoria Ocampo y Eduardo Mallea y se convirtió en una figura popular en la alta sociedad que veía en ella a una dama sofisticada y misteriosa.

Un retrato suyo de perfil. La artista pasó parte de su juventud en Francia, donde fue reconocida por sus obras, que llegó a exhibir en el Salón de París de 1925.AFP

Rebelde, transgresora y provocativa, con sus grabados exploró la sexualidad de los cuerpos, el lesbianismo y transformó la manera de pensar y mirar los cuerpos de las mujeres. “Una se da cuenta de que no conoce a las personas y las cosas antes de dibujarlas. Entre una misma y lo que pinta o dibuja se abre una relación nueva, un conocimiento más profundo”, escribió la artista.

Cuentan quienes la conocieron que amaba el Museo Sívori. Por eso, un año antes de morir, en 1969, decidió donar buena parte de su obra a la institución ubicada en el Rosedal de Palermo. Lydis, la artista que desafió las ideas autoritarias y opresivas de su época, murió el 26 de abril de 1970 en Buenos Aires y sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta. Olvidada durante casi cincuenta años, resurgió a partir de la mirada de jóvenes curadores que revisaron su obra, plena de actualidad, y por el talento de María Gainza, que escribió La luz negra, la “biografía de una leyenda”, una maravillosa novela en torno a la vida de la artista austríaca.

Sobre su mesa de dibujo, en octubre de 1936.
Le Chant des Amazones, París, 1931, litografía sobre papel.
Una obra de la colección SAPPHO, París,1933, Aguafuerte.
Otra pieza de la misma colección.
La tapa de revista ¡Hola! de esta semanaCordon Press

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