El Museo Británico, emblemática institución cultural del Reino Unido, atraviesa una de las etapas más críticas de su historia. Según The Guardian, se trata de una combinación de desafíos que incluyen acusaciones de robo interno, cuestionamientos sobre la legitimidad de su colección y una grave crisis financiera. Estos problemas han puesto en jaque la reputación de un museo que, desde su fundación en 1753, es un símbolo del conocimiento y la cultura global.
La controversia más reciente surgió en agosto de 2023, cuando se reveló que un miembro del personal, identificado como Peter Higgs, presuntamente robó o dañó alrededor de 2.000 objetos de la colección. Entre los artículos sustraídos se encontraban gemas antiguas y joyas de oro, que habrían sido vendidas en plataformas como eBay por precios irrisorios. Este escándalo no solo expuso fallos en los protocolos de seguridad del museo.
En el texto publicado por el medio británico, el periodista Charlotte Higgins —autor del artículo— recogió varios testimonios. Un empleado del museo le dijo que la situación generó una “profunda sensación de traición y pérdida”. Otro, a quien presenta como “un conservador de alto nivel” afirma sentir “escalofríos en el brazo” cuando “trabaja fuera de horario”. “Los fantasmas están por todas partes”, resumió la fuente.
El Museo Británico no solo enfrenta problemas internos, sino también una creciente presión externa relacionada con el origen de su vasta colección, que incluye entre seis y ocho millones de objetos. Muchas de estas piezas han sido objeto de controversia debido a su adquisición durante el periodo colonial británico. Entre los casos más emblemáticos se encuentran los bronces de Benín, saqueados en 1897 durante un ataque al palacio real de Benin City, y las esculturas del Partenón, compradas por Lord Elgin a principios del siglo XIX.
El debate sobre la repatriación de estos objetos ha cobrado fuerza en los últimos años, especialmente en el contexto de las discusiones globales sobre justicia histórica y descolonización. Aunque el museo ha mantenido un perfil bajo en estos temas, su falta de acción ha alimentado la percepción de que gran parte de su colección es producto de saqueos. Según The Guardian, esta percepción se ha visto agravada por la falta de liderazgo y visión estratégica durante la gestión de Hartwig Fischer, quien dirigió la institución entre 2016 y 2023.
A pesar de ser la atracción cultural más visitada del Reino Unido, con aproximadamente seis millones de visitantes anuales, el Museo Británico enfrenta serias limitaciones financieras. Su presupuesto es significativamente menor en comparación con instituciones similares en París y Berlín, lo que ha llevado a un deterioro visible en sus instalaciones. Gran parte de su infraestructura se encuentra en mal estado, con problemas de filtraciones, corrosión y amianto.
El museo está inmerso en un ambicioso proyecto de renovación que incluye la modernización de sus galerías y la construcción de un nuevo centro de energía. Sin embargo, estos esfuerzos han sido posibles gracias a donaciones privadas, como los 50 millones de libras aportados por BP, cuyo patrocinio ha sido rechazado por otras instituciones culturales debido a preocupaciones éticas.
El Museo Británico alberga una de las colecciones más grandes y diversas del mundo, que incluye desde tablillas cuneiformes de la antigua Mesopotamia hasta restos humanos de Egipto y Sudán. Sin embargo, según The Guardian, la magnitud de esta colección ha dificultado su gestión adecuada. Muchos objetos no están registrados formalmente ni digitalizados, lo que complicó la identificación de los artículos robados en el reciente escándalo.
El director interino, Sir Mark Jones, se ha comprometido a completar la digitalización de toda la colección para 2029, pero el proceso es monumental. Un conservador explicó que solo el 10% de los fragmentos de cerámica en su área están documentados, lo que refleja la magnitud del desafío.
El tema de la restitución de objetos culturales sigue siendo uno de los puntos más sensibles para el museo. Aunque la legislación británica impide la devolución de la mayoría de los objetos, se han realizado excepciones en casos específicos, como la restitución de bienes saqueados por los nazis. Sin embargo, la mayoría de las reclamaciones, como las relacionadas con los bronces de Benín o las esculturas del Partenón, permanecen sin resolver.
El presidente del museo, George Osborne, ha liderado negociaciones discretas con Grecia para llegar a un acuerdo sobre las esculturas del Partenón. Aunque algunos ven esto como un paso positivo, otros critican la falta de transparencia en el proceso. Según el exdirector Neil MacGregor, cualquier decisión sobre la restitución debe basarse en principios claros, ya que retirar objetos de Londres tendría implicaciones permanentes.
El Museo Británico se encuentra en una encrucijada. Su capacidad para superar esta crisis dependerá de su habilidad para abordar los problemas internos, recuperar los objetos robados y redefinir su papel en un mundo poscolonial. Aunque su nuevo director, Nicholas Cullinan, enfrenta un panorama complejo, algunos empleados ven su liderazgo como una oportunidad para revitalizar la institución.
El desafío no es menor. El museo no solo debe reparar su reputación, sino también adaptarse a las demandas de un público cada vez más crítico con las instituciones que representan legados coloniales. Como señaló un exgerente citado por The Guardian, el museo debe encontrar un equilibrio entre su papel como archivo de la cultura material y su responsabilidad hacia las comunidades de origen de los objetos que alberga.