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lunes, 23 diciembre, 2024
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Édith Piaf, la inigualable cantante francesa

¿Por qué víctima?. Por muchos motivos. Porque no tuvo hogar; Porque su padre, malabarista de circo, era alcohólico y su madre fue una mediocre cantante primero también acróbata y prostituta después. Porque Edith Piaf no tuvo jamás buena salud. Además, hasta los 17 años, no sabía leer ni escribir.

También, porque su única hija murió de meningitis a los 2 años. Pero no quiero detenerme en esta lista de desgracias.

Prefiero, entrar en su vida artística, en la que encontró fama, dinero, honores.

Pere es sabido que cuando un gran dolor hiere, una gran felicidad, no borra la herida.

A los 15 años cantaba en las calles de París, como algunos lo hacen en nuestra calle Florida en Buenos Aires. Una hermanita menor pasaba luego un sombrero recogiendo algún dinero.

Un empresario de un famoso cabaret de París, pasó accidentalmente por allí. Se detuvo a escucharla.

-¿Por qué cantas tan fuerte?. Arruinarás tu garganta.

-Tengo que comer Sr.

-Ven a verme mañana. Le dijo el empresario y le entregó una tarjeta.

Ocho días después, Edith Piaf, debutaba ante el público parisino.

Deslumbró de inmediato con su voz patética sí, pero cálida, acariciante, distinta. Su carrera artística fue meteórica. Como lo fue su corta vida.

Era la época en que Maurice Chevallier y la Mistinguette llegaban al ocaso artístico.

Edith Piaf, en cambio, estaba en la cumbre. Pero su vida era irregular. Bebía, trasnochaba, y en sus ojos se reflejaba tanto su infancia, como su falta de afectos reales.

Y aunque los sufrimientos casi nunca matan, pueden impedir la vida.

Por eso quizá, ella buscaba dar calor, ese calor que no recibió.

Tuvo 3 matrimonios; Todos efímeros. Declaró después:

-“Conocí hombres. Pero no conocí el amor”.

Hasta que el más hermoso de los milagros, precisamente el amor, apareció en su vida. Se llamó Marcel Cerdán. Era campeón mundial de boxeo de peso mediano, francés como ella y también con una infancia muy penosa.

Y un episodio, que completó diría el trágico sino de Edith Piaf.

Octubre de 1949. Ella estaba actuando en Nueva York, en un famosísimo club nocturno. Desde su camarín, llamó por teléfono a París:

-Quiero que vengas Marcel, te necesito conmigo. Y Marcel Cerdán, que la quería realmente, le respondió:

-Mirá no puedo ir. Debo pelear en 15 días. Pero mañana viajaré a EE.UU.. Claro que por 48 hs. nada más. Y sólo para verte.

Al día siguiente Edith Piaf, estaba en el camarín, preparándose para actuar. Se sentía feliz. Repentinamente, entró su representante, que con el rostro pálido le dijo:

-Tenés que ser fuerte. El avión que traía a Marcel Cerdán a EE.UU., ha tenido un accidente. No hay sobrevivientes.

Media hora después Edith Piaf estaba sobre el escenario, más delgada y pálida que nunca. No lloraba, pero enjugar lágrimas no es suprimir dolores:

–Les pido que hoy no me aplaudan, comenzó diciendo.

Cantaré solamente para Marcel Cerdán, el hombre que fue el porque de mi existencia…

Y un día de octubre de 1963, 14 años después de la muerte de Cerdán y luego de soportar varias intervenciones quirúrgicas, moría, a los 47 años, Edith Piaf, el “Gorrión de París”.

Una aguda cirrosis hepática complicada con hemorragias, acalló definitivamente su magnifica voz.

Nos quedan sus hermosos registros impresos y el recuerdo de su figura, desgarbada, débil, sufrida. Porque hay heridas que no se borran. Aunque no se noten. Y para ella un aforismo

“Hay dolores para los que las lágrimas no alcanzan”.

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