Javier Herrero
Madrid, 2 nov (EFE).- La historia de la música acumula casos y más casos de muertes abruptas, tanto entre el personal anónimo como entre estrellas como Liam Payne, exmiembro de One Direction, razón por la que crece un perfil de psicólogo especializado en los muchos riesgos que acompañan a este sector.
«Sentí una tristeza profunda al enterarme y encima no me sorprendió», lamenta en una charla con EFE la española Rosana Corbacho, una de las profesionales que vio las carencias que existían en la atención a quienes trabajan en esta industria y quiso ponerle remedio.
Fue en Londres, trabajando ella misma en la música, como lo descubrió: «Todos mis amigos eran del sector y veía lo que sufrían, un montón de trastornos que venían del trabajo, así que cuando iban a por atención la indicación era siempre: ‘Cambia de trabajo'».
«No sabían lo importante que es para la identidad de mis amigos músicos su trabajo, dejarlo podía ser igualmente peligroso para su integridad física», destaca.
No existía entonces una formación específica para este sector, desde luego no en Londres, menos en España, así que comenzó a estudiar Psicología en los huecos libres y a especializarse gracias al trabajo directo, tanto en EE. UU., donde da cobertura en grandes giras, como en terapias individuales, que es su columna vertebral.
«Los trastornos más comunes son la depresión y sobre todo la ansiedad, con un índice mucho mayor respecto de la población general, algo lógico cuando se vive en la inestabilidad de predecir por ejemplo cómo se va a pagar el alquiler la semana que viene», señala.
Lo une a «la neurodiversidad tan grande» que hay en la industria. «Cuando tenemos una forma diferente de percibir el mundo, vamos a sentirnos más atraídas por un sector que no nos mantiene rígidos, que es flexible, aunque tenga otras cosas negativas», razona.
A la vez que crece el número de profesionales que pueden atenderles, Corbacho también ha detectado en los últimos cinco años que los pacientes acuden antes por ayuda, véase ante un bloqueo creativo, lo que aligera la terapia, y no «después de haber tocado fondo tres o cuatro veces».
«La ansiedad en el escenario por ejemplo es fácil de tratar si se hace pronto», apunta.
Celebra esta mayor conciencia por la salud mental, pero previene contra quienes airean sus problemas «porque está de moda»: «Si estás hablando de algo que todavía está fresco o no lo tienes tratado, te puede poner en una posición muy vulnerable. Yo invito a que se hable consultándolo con tu terapeuta».
Uno de los mayores focos recientes de problemas para los artistas son, en su opinión, las redes sociales, «sobre todo esa exposición constante, sin espacio para poder reconectarse y demás y que les convierte en miniproductos, lo que también les quema mucho».
Por otro lado, «ya nadie vive de hacer discos. Si no estás en la carretera no comes, entonces no descansas, y lo que pasa en un tour es lo más peligroso para la salud», alerta esta psicóloga que en ferias de la música como la reciente BIME en Bilbao predica las virtudes de las «giras saludables».
«Imagina personas que de por sí ya están vulnerables y se meten en ese estrés crónico, sin amigos fuera de ese mundo ni relaciones sentimentales a largo plazo, sin sentir que nadie te quiere, y encima no te puedes mostrar vulnerable por la competitividad que hay», expone ante un negocio con «muchísima inversión de dinero, presiones de tiempo y donde el espectáculo está por encima de todo».
«Yo he tenido que dar terapia cuando una persona se ha matado durante un tour y sus compañeros tenían que seguir adelante», recuerda, antes de subrayar un dato revelador sobre un estudio que se hizo entre personal de gira en EE. UU.: «Una de cada cinco personas conocía a alguien cercano que había muerto por suicidio».
Uno de los grandes problemas de tener tu identidad muy ligada a tu rol profesional es «cómo está se sacude por completo» cuando el aplauso o las oportunidades ya no llegan igual, a pesar de lo cual, afirma que ayuda a más personas a procesar el éxito que el fracaso.
«Cuando llegan a ese escalón que parecía que iba a ser el definitivo de la plenitud, pero resulta que no lo están disfrutando e igual encima no le has prestado atención a tus relaciones interpersonales y estás solo ahí en la cuneta», señala.
A todo ello se suman trastornos alimenticios, muy comunes aún en mujeres, o adicciones a diversas drogas, que a menudo son el resultado «de toda esa insatisfacción vital, especialmente si te quitan lo que sientes como el centro de tu identidad».
«A veces se muere por suicidio, a veces por no saber cuidarse uno mismo», previene la psicóloga. EFE
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