Son las cinco menos cinco. Faltan cinco para las cinco. Parece mentira pero es verdad. Los hermanos de camiseta que hace 20 años se colgaron el oro olímpico en Atenas 2004 entran de uno en uno en el salón del hotel céntrico. La mayoría no se había visto, porque recién les habían dado su habitación. Por eso los abrazos son más fuertes y las palmadas se escuchan a metros nomás. “¡¡Qué hacés!!”, se repite. Dos décadas después de convertirse en la Generación Dorada del básquetbol argentino, los doce al fin están todos juntos. Increíble pero real.
Comienza este viaje de egresados que seguirá con una cena memorable, con el partido-show-espectáculo de este sábado a la noche en el estadio Mary Terán de Weiss y con una travesía de cinco días en Mendoza. Solo ellos. El mejor equipo de la historia del deporte argentino.
Andrés Nocioni (44), cuándo no, toma la batuta y marca el tono de lo que será la próxima hora y media. Agarra el cartel con “Manu Ginóbili” (47) en letras negras, le escribe un “Se busca” con birome y vuelve a pegarlo en el respaldo de la silla central que ocupará el bahiense Emanuel cuando llegue con una remera lila y un jean, y confirme que hace tres días fue a tirar unos tiros con Fabricio Oberto (49).
“¡Colitoooo! ¡Sin manossss!”, se la agarra ahora Chapu con Rubén Wolkowyski (51), recién llegado de Mar del Plata. “Es increíble la ansiedad que tiene la gente por volvernos a ver. Estos se hacen los humildes pero están entrenándose hace un mes”, remata el Colo.
“Mi sorpresa es total. No pensé que podíamos generar este nivel de interés. Yo no pagará por verme jugar hoy”, acota y se ríe Luis Scola (44). “Ah, Luifa, no nos estás vendiendo muy bien”, lo torea Hugo Sconochini (53), el más veterano, el capitán de los dorados.
“Por como somos, disfrutamos este camino de volver a prepararnos, pero no vamos a volar, eh. Yo hacía cinco años que jugaba solo al tenis y no tocaba la pelota. Hasta me tuve que comprar zapatillas de básquetbol”, asombra Gabriel Fernández (48). “Gordo, te estás quedando pelado -le lanza el dardo afilado Alejandro Montecchia (52)- Yo estoy. A una sola marcha, pero estoy”. Y el Colo se la manda a guardar al bahiense: “El Puma está infumable desde hace diez días en el grupo de WhatsApp”.
Acá no hay poses para la gilada. No hay filtros en busca de “me gusta” o seguidores. Los pibes de casi cincuenta o cincuentones son así: este sábado saldrán a la cancha a divertirse en un reencuentro que a comienzos de septiembre agotó entradas de 45.000 a 250.000 pesos en horas. La amistad los une tanto como el legado que dejaron por su rendimiento deportivo, su identidad de juego y su entrega cada vez que la camiseta argentina salió a la cancha.
“Estoy feliz de estar acá. Cuando salió esta locura de juntarnos, algunos decían: ‘¿Quién nos quiere ver?’ -recuerda Leonardo Gutiérrez (46)-. Salvo en 2012, yo siempre viví en Argentina y disfruté el cariño, el respeto y lo que siente la gente por esta generación. Estaba seguro que nos iban a acompañar para reconocernos juntos. Como hace seis años que no hacía nada, hace dos meses me puse a mover. Corro de una línea de tres a la otra a ritmo cansino”.
Walter Herrmann (45) aporta desde la última silla a la derecha de la primera fila: “Es rarísimo todo. Pasaron 20 años y miren la disciplina que tiene este grupo. De esto les hablo a los chicos. Miren cómo están físicamente: impecables”. “Yo seguro que no”, lo corta Leo. “Bueno, yo nunca le hablo de vos a los chicos”, retruca Walter.
“Atención que la rubia está a tope”, saca a pasear Carlos Delfino (42) su labia santafesina con Herrmann como destinatario. Y ahora le apunta a Scola, CEO del Varese italiano: “Me llegó info de que hay gente que se entrena con su equipo”. Luifa no elude y avisa: “Ojo que algún gancho voy a tirar”.
Juan Ignacio Sánchez (48), Pepe, no está esta vez para reflexiones. “Estoy en una peli. No entiendo qué estoy haciendo acá. Festejamos la hazaña, pero sobre todo festejamos que 20 años después nos seguimos cagando de risa”.