Pablo Novak está en la radio contando algo sobre el gaslithting o luz de gas, una de las una forma de manipular y ejercer el poder sobre el otro. Esto está pasando en el programa de radio de Alfredo Leuco, por Mitre, mientras el conductor, mirando su telefonito, parece escuchar con amable indiferencia.
Todo culpa de un raro fenómeno que se hizo popular en el último tiempo: las cámaras en la radio sólo sirven para sumar datos innecesarios.
Pablo Novak proyecta de inmediato un factor campechano. De ciertos temas, sin embargo, «preferiría no hablar». Usa la negación amable Bartleby, el escribiente, el cuento de Herman Melville. «Preferiría no hablar del tema de mi viejo (Chico Novarro) con Cecilia Milone», dice sobre la supuesta historia de amor que tuvieron la actriz y el músico.
¿Alguna otra condición? “No, nada más que eso, gracias”. Actor, músico, autor de algún libro, director de teatro, un poco periodista, coach ontológico profesional, docente de actuación, Hijo de, compañero de ruta de Roberto Antier en el café concert «Una que sepamos todos» y actual columnista de Leuco y Marcelo Bonelli.
Las opiniones a su alrededor están un poco divididas. Algunos colegas aseguran: «Lo estoy empezando a querer» o «Cae simpático». Otros lo tratan de new age. En las redes hablan de ti, Pablo: «Sarcástico», «Inteligente», «Boludo ahogado en privilegios».
¿Especialista multitemático? ¿Erudito? ¿Personaje todoterreno? En el espacio de Leuco se lo puede escuchar hablando de vínculos. En las redes tuitea cada vez con más intención. Se sospecha de un estilo.
Todo nació en Facebook
-Dicen que te perfilás como el nuevo Horacio Cabak…
-Yo no cambié, cambiaron los demás. Yo soy el mismo de siempre. Siete años fui columnista de Beto Casella en Bien levantados y ya hablaba de quilombos de pareja. Beto había leído un libro que yo había sacado en 2010 y me dijo: «Vení a hablar de esto». La columna se llamaba «Hasta que Facebook nos separe». Recién aparecía Facebook.
A mí me encanta investigar y había hecho una investigación sobre el asunto. Además, me había separado recientemente. Ahí me formé como coaching. Estudié psicoanálisis, psicología, me psicoanalizo, es algo que me encanta. Desde los diez años me psicoanalizo. Pero hay un camino que recorre el coaching que es mucho más inmediato para un mambo de hoy. Un conocido me recomendó esto que arrancó en Chile, bah, que venía de California. Es la disciplina que estudia el Ser en el lenguaje.
Facebook es el primer Tinder. Todos los problemas empezaron con el «Me gusta». Facebook explota de popularidad cuando incorpora el estado civil. Claro, la gente empezaba a ver que se podía saber de aquella novia de la adolescencia y de pronto leía «Separada». ¡Fa!. Eso armó un quilombo muy grande. Hoy estamos acostumbrados por las redes de encuentro y todo eso. Hoy mandás «fueguito», pero todo nació en Facebook.
-¿Hay protocolos?
-Hay protocolos, claro. Si una mujer empieza a poner en sus historias fotos en malla, eso es una señal. En Instagram me pasó con una señora. Yo mandaba fueguito. Estaba divina, tirada al sol. Me encaró ella. “¿Vas a seguir mandado fueguitos o me vas a invitar a salir?»
-Hablando de redes, vos también posteás fuerte sobre el conflicto israelí-palestino.
-Ah, sí, empecé a involucrarme políticamente cinco años atrás, cuando empecé a hablar. Cuando empezás a a hablar te sentís libre, es un camino de ida. Yo lo sentí como una defensa de mis hijos. Época de pandemia. En la pandemia me agarró una locura: me puse a pensar que los gobiernos estaban locos, que el gobierno argentino estaba recontra loco. Y cuando vi que mis compañeros actores me decían: «Sos antivacuna», «sos terraplanista»… bueno, chupame un huevo… ¡Cómo nos van a encerrar un año y medio…!
Mirá que cuando ganó Alberto, yo me había puesto contento. Yo no era macrista ni kirchnerista. Me decían tibio, no caía en la grieta. Mis amigos macristas decían que yo era K y mis amigos K, que era macrista.
Cuando arranca el quilombo este de la pandemia empecé a ver a dos o tres personas que decían lo que yo pensaba. Políticos. Patricia Bullrich, Waldo Wolf, con quienes empiezo a tener amistad. Dije listo: si mis compañeros me están diciendo “asesino” porque yo quiero salir a la calle, listo. Y me pedí un perro prestado para poder salir.
-Si te identificás con Bullrich no sos ningún tibio.
-Dejé de ser tibio. Tibio era un juicio de ellos. Yo soy un libre pensante, yo voté a Zamora, era del PI (Partido Intransigente) hasta que la izquierda se transformó en antisemita. Están con Hamás. Yo no me caso con la gente, no me caso con nadie, yo soy de las ideas. Hay ideas que están buenas y las puede tener Juan Grabois o las puede tener Milei. Cero fanático. Con Israel me pasa lo mismo.
Yo soy judío porque mis viejos son judíos, pero soy ateo. Fui a colegio laico, mis hijos son mitad y mitad, mis hermanas son mitad y mitad, festejé la Navidad. Me chupó siempre un huevo la religión, pero el 7 de octubre de 2023, con el ataque de Hamás, lo que han hecho estos hijos de puta…. dije no, pará. Y hasta el día de hoy veo que judíos se quedan callados y me parece que en estas cosas no hay que ser cagón. Hay que tomar partido.
Los cambios de apellidos
-Me acordé la chicana de Hugo Guerrero Marthineitz a Mauro Viale diciéndole «tu eres Mauricio Goldfarb». ¿Los artistas judíos cambiaban de nombre?
–No pasaba con los artistas judíos, pasaba con los apellidos difíciles. Fernando Bravo se llama Pochulu. Julio Chavez es Julio Alberto Hirsch. Yo me llamo Mitnik. Mi hijo, que es actor, se dejo el apellido original. No es que si te llamabas Swasarovsky, un representante te iba decir que te pusieras Guzmán. Raúl Lavié se llama Peralta. Todos los artistas se cambiaban el apellido. Los del Club del Clan, desde mi viejo hasta Palito Ortega, todos fueron rebautizados.
Y lo que dijiste de Guerrero Marthineitz es antisemitismo. Liso y llano. Vos podés odiar a alguien, pero correrlo por el lado de la religión te coloca en un lugar más de hijo de puta. Hay gente que insulta diciéndote «sionista» por un tema territorial. Mirá, viene al caso: yo puedo pensar que las Malvinas son argentinas, lo cierto es que son una colonia inglesa de toda la vida y que los tipos que viven en las Malvinas quieren ser ingleses, no argentinos.
-¿Decís que las Malvinas no deberían aparecer en un mapa de división política?
-No. Para mí las Malvinas son argentinas, pero para recuperarlas no voy a entrar a una fiesta electrónica y matar a 2500 tipos. La manera de recuperar las Malvinas no es esa. A mi juicio tampoco fue la que hizo Galtieri. Tampoco es hacerle la guerra a Gran Bretaña y matar pibes argentinos.
-¿Algún talento más marcado te hubiera ahorrado alguna de las búsquedas que hiciste?
-No, soy muy curioso, si algo me obsesiona puedo pasarme uno año entero investigando. No me considero periodista, pero trabajo en un programa de actualidad, me gusta hacer entrevistas, involucrarme. En realidad, me gusta ir de un árbol a otro. Saltar. Y me cuesta la rutina.
-¿Podrías vivir de los derechos de autor de «El orangután» o de «Arráncame la vida»?
-¿Yo? Vivir no. Aparte somos varios para dividirnos. Mi viejo metió muchos éxitos. Obviamente tiene como 900 temas de las cuales unos 500 dieron la vuelta al mundo. Están bien los derechos de autor de mi viejo, pero no podría vivir de eso.