Decenas de mujeres en Argentina fueron sometidas a «una vida de servidumbre» por el Opus Dei, por medio de «una red de reclutamiento y explotación de niñas de origen desfavorecido», reclama un nuevo libro sobre este grupo católico en el que se detallan los pormenores de un caso que llegó a la justicia pese a numerosos intentos de encubrimiento.
En su nuevo libro «Opus: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica» (Editorial Crítica)- el periodista británico Gareth Gore aborda el caso de 44 mujeres que denunciaron haber sido «esclavizadas» por la organización católica ultraconservadora.
El caso por el «abuso sistemático» de las mujeres, en su mayoría adolescentes y niñas, llegó a la justicia en 2022 y el libro denuncia que el Opus Dei movió influencias para intentar ocultarlo y que trasladó a su entonces líder a Paraguay en «una maniobra calculada para dificultar a las autoridades de Buenos Aires la investigación del asunto».
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Unas 44 mujeres denunciaron al Opus Dei en Argentina por someterlas a servidumbre
El caso dio la vuelta al mundo en 2021, después de que la agencia Associated Press (AP) publicó un informe que señalaba a las máximas autoridades del Opus Dei en Sudamérica entre 1983 y 2015 por los delitos de trata de personas y explotación laboral contra las mujeres reclutadas por la orden religiosa para realizar tareas domésticas en sus casas.
Según testimonios recogidos por AP, en su informe publicado en noviembre de 2021, las mujeres denunciaron trabajar en «condiciones manifiestamente ilegales» que incluían trabajar sin paga durante más de 12 horas sin descansos excepto para comer o rezar, sin registro en el sistema de Seguridad Social y otras violaciones de derechos básicos.
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A raíz de la denuncia, se inició una investigación que concluyó que desde principios de la década de 1970 hasta 2015, «personas que ocupaban diferentes cargos dentro del Opus Dei establecieron una estructura dedicada a reclutar al menos a 44 mujeres, la mayoría niñas y adolescentes, para someterlas a condiciones de vida comparables a la servidumbre«.
La mayoría de las mujeres dijeron que las exigencias físicas y psicológicas a las que se vieron sometidas durante sus años de servicio se hicieron «intolerables». «Sostienen que se vieron abandonadas a su suerte, sin dinero, y muchas necesitaron tratamiento psicológico tras abandonar el Opus Dei«, dijo AP.
La investigación señaló a los ex vicarios del Opus Dei en Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia, Carlos Nannei (1991-1997), Patricio Olmos (1998-2014) y Víctor Urtizarrazu (2014-2022) y el sacerdote numerario Gabriel Dondo, que dirigió la rama femenina de la organización hasta 2015.
Los fiscales dijeron que el Opus Dei seleccionó a niñas y adolescentes de familias de bajos ingresos, provenientes especialmente de zonas rurales, que fueron reclutadas «bajo la promesa de recibir formación y mejorar sus perspectivas laborales» en los centros de actividades de la organización, que también eran conocidos como «Escuelas de Sirvientas».
A las jóvenes se las sometía a un régimen de «formación espiritual, profesional y laboral», y si mostraban vocación para ser «numerarias auxiliares»- categoría compuesta exclusivamente por mujeres- eran destinadas de por vida a realizar tareas domésticas en los centros del Opus Dei,, especialmente para personas adineradas y principalmente hombres en diversos lugares de la Ciudad o la provincia de Buenos Aires, del interior del país e incluso del exterior.
Las mujeres debían realizar extensas jornadas laborales sin ningún tipo de retribución, sin poder salir del lugar donde se consumaba la explotación, sometidas a distintos tipos de violencia, dice la denuncia.
En algunos casos, las mujeres incluso recibían una remuneración que debían devolver a aquellos a cargo de los lugares donde residían. Luego de haber sido captadas, las víctimas vivían en un estado de aislamiento total, sin acceso a medios de información como radio, televisión o diarios, y sin posibilidad de ver el exterior.
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Según el expediente, las víctimas no contaban siquiera con la posibilidad del respeto a cualquier otro derecho, «quedando atrapadas en una super estructura desprovista de derechos sin control ni supervisión alguna que perduró por años«. «El papel atribuido a estas mujeres estaba respaldado por un discurso dogmático que buscaba justificar su situación», dice.
Este control absoluto anulaba la autonomía personal de las víctimas, reflejando una realidad «opresiva y deshumanizante», según el expediente, que también dice que las víctimas se encontraban «en un entorno donde el acceso a la atención médica y psicológica estaba completamente controlado y manipulado, lo que perpetuaba su estado de vulnerabilidad y dependencia dentro de la organización».
«¿En qué condiciones una mujer pobre, inmigrante y menor de edad consiente ‘dedicar su vida’ a servir a los demás fieles? ¿Cuál es el valor jurídico de esa supuesta ‘voluntariedad’?», cuestionaron los fiscales Eduardo Taiano, Alejandra Mángano y Marcelo Colombo, a cargo de la investigación.
El caso de Lucía Giménez, reclutada a los trece años y enviada como sirvienta a Argentina
El libro de Gareth Gore relató el caso de Lucía Giménez, quien «había sido reclutada a los trece años en su pueblo del centro de Paraguay por dos numerarios enviados a recorrer las empobrecidas llanuras en busca de chicas jóvenes (…) Giménez pronto fue presionada por uno de sus tutores para que se uniera al Opus Dei como numeraria. Este le aseguró que era lo que Dios quería para ella».
Giménez, continúa Gore, «fue trasladada sin documentos en un avión privado a la vecina Argentina, donde el Opus Dei tenía una presencia mucho mayor y donde la demanda de numerarias auxiliares era más grande. Durante casi dos décadas llevó una vida de servidumbre, limpiando y cocinando en varias residencias de Buenos Aires, con jornadas de doce horas sin paga, con descansos solo para comer y rezar, y durmiendo sobre una tabla de madera».
Según el relato de Gore, la mujer «intentó marcharse varias veces, pero fue amonestada por su director, que le dijo que esos pensamientos eran tentaciones del diablo. La trasladaron de un centro a otro y le recetaron medicamentos para aliviar su malestar«. Cuando logró abandonar el Opus Dei, a los 32 años, «era una mujer destrozada» que «se sentía violada, destruida física y emocionalmente».
El abogado argentino Sebastián Sal atendió el caso de Giménez y de otras 42 mujeres y le escribió al Papa Francisco exponiéndole «una serie de violaciones de los derechos humanos y actos delictivos sufridos por las mujeres durante su estancia en el Opus Dei, incluyendo esclavitud, violación de la intimidad, trata de seres humanos, empleo de menores, engaño, cautiverio, degeneración de acceso a la atención médica, control de acceso a los medios de comunicación y explotación general».
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El abogado también denunció ante Francisco que el Opus Dei utilizaba «una red de fundaciones para ocultar su riqueza y eximirse de cualquier responsabilidad legal, proporcionando una lista detallada de quince organizaciones sin ánimo de lucro en Argentina vinculadas a la prelatura, así como los bienes que tenían a su nombre«.
Aunque no obtuvo respuestas a sus cartas, el abogado recibió un mensaje del Papa a través de otro abogado del Vaticano. Le dijo que «Francisco estaba siguiendo de cerca la historia y deseaba enviar un mensaje personal a Sal para que continuara con su buena labor», escribió Gore.
«Aunque hasta entonces piensa que el Vaticano no estaba interesado, el encuentro hizo que el abogado se diera cuenta de que en realidad había voluntad de abordar los abusos del Opus Dei. Aun así, era evidente que el Papa, que jugaba un delicado juego político, no podía pedir públicamente una investigación«.
En agosto de 2023, dos años después de que la AP reveló el caso, el Papa Francisco hizo público un decreto (motu proprio) en el que eliminó la autoridad directa del Opus Dei sobre la gran mayoría de sus 90.000 miembros y su capacidad para operar independientemente de las diócesis locales.
Según Gareth Gore, «en lugar de tomarse la demanda como una oportunidad de reforma, la Obra se había movido para proteger sus intereses en cuanto fue presentada y trasladó a su máximo representante en Argentina -que aparecía en acusación- a la vecina Paraguay. Sal vio en ese traslado una maniobra calculada para dificultar a las autoridades de Buenos Aires la investigación del asunto«.
El 3 de octubre de 2024, los cuatro sacerdotes del Opus Dei fueron llamados a indagatoria a pedido de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N°3, acusados de trata de personas y de reducción a la servidumbre por el fiscal Eduardo Taiano. A los cuatro religiosos se les acusa de someter a 44 mujeres a servidumbre y de trata de personas en cuatro de esos casos.
Perón, Escrivá, y la grieta argentina
«El Opus Dei está atravesando lo que probablemente sea su peor momento de la historia», dice Gareth Gore en una entrevista reciente. «Estas cosas han ido ocurriendo de manera independiente, pero han salido a la vez. Era inevitable que surgieran. Además, los movimientos del Papa, los dos motu propio que hemos visto en los últimos años, han proporcionado confianza a la gente para empezar a hablar, y a los medios de comunicación también. Está claro que el Papa piensa que algo no está bien con el Opus Dei. También mucha gente dentro de la Iglesia e incluso en el propio Opus Dei».
«Lo que estamos viendo en Argentina probablemente es la punta del iceberg», dijo Gore, cuya principal acusación en su libro consiste en que el Opus Dei utilizó el desaparecido Banco Popular de España para financiar redes de trata de personas. «El dinero de este banco español ha sido empleado, de manera consciente, para crear una red de reclutamiento y explotación de niñas de origen desfavorecido en lugares como Nigeria, Filipinas, Australia, Francia, Bélgica…»
«Así es como opera el Opus Dei en todo el mundo. Indirectamente controla cientos de fundaciones», agregó. «Oficialmente no tiene nada que ver con ellas, pero controla quién está en la junta, quién toma las decisiones. Se beneficia de ellas. Es un sistema diseñado para permitirle protegerse de cualquier golpe potencial. En casos de abusos sexuales en España y en Argentina, por ejemplo, se han lavado las manos porque decían ‘esto ha pasado en un campamento de verano de tal o cual fundación’, cuando en realidad era una actividad montada por numerarios del Opus Dei».
El Opus Dei –Obra de Dios en latín- surgió en los años de la Guerra Civil española como un grupo laico de derechas que pronto ganó una gran popularidad dentro de la Iglesia católica, especialmente entre los jóvenes. Su fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), fue canonizado en 2002 y el grupo -que actualmente tiene unos 90.000 miembros en 70 países- reporta directamente al Papa.
El Opus Dei en Argentina negó «categóricamente las acusaciones de trata de personas y explotación laboral», según un comunicado de la oficina de la Prelatura del Opus Dei en Buenos Aires.
En el comunicado agregaron: «La impresión es que para construir esta denuncia se realiza una descontextualización completa de la formación que recibieron algunas de las mujeres del grupo y la vocación que eligen libremente las numerarias auxiliares del Opus Dei. Se trata de una acusación totalmente falsa«.
«Las numerarias auxiliares son mujeres del Opus Dei que, como todos los demás miembros, aspiran a amar a Dios y a los demás y lo demuestran a través de su trabajo y de su vida cotidiana», agregaron. «El trabajo elegido por las numerarias auxiliares es el cuidado de las personas y de las casas en las que viven, dentro de un ambiente familiar que el Opus Dei pretende proporcionar. Tanto la Iglesia Católica como el Estado argentino han reconocido y aprobado los estatutos del Opus Dei, y con ellos, este modo específico de vivir la vocación en particular.»
ds