El proceso de reducción tasas no terminó, pero entra en suspenso hasta nueva orden. Las Trumponomics definirán el trazo real. A Wall Street no le agradó enterarse del quite de colaboración de Powell.
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La Fed de Jerome Powell hizo lo previsto, y un poco más. Cumplió con la baja de tasa, la tercera desde septiembre. Así cierra una fase de “calibración” -Mary Daly dixit- que hundió la tasa de fed funds de 5,50% a 4,50%. Y se posicionó dónde quería para enfrentar lo que viene, John Williams dixit. ¿Y qué es lo que viene? En una palabra (que la Fed se prohíbe pronunciar): Trump.
El banco central sorprendió al reconocer que su proyección de inflación para 2024 “se hizo pedazos”, Powell dixit. La data, por supuesto, es conocida. Pero la inflación trepó desde septiembre pari passu con la reducción de tasas, y la Fed no se inmutó. Y en sus nuevas proyecciones, en 2025 no descenderá a 2,1% como estimó cuando inició la poda. 2,5% es su previsión corregida. Peor todavía: la meta de 2% no se alcanzará antes de 2027. Dada una economía excepcionalmente robusta -el PBI creció 3,1% en el tercer trimestre y repetiría en el cuarto, según la Fed de Atlanta- la inflación vuelve a ser la prioridad de la política monetaria. La pregunta obligada, si es así, es ¿por qué recortó la tasa el miércoles?. Porque Powell lo impuso. No hay otra respuesta. Lo importante es entender que ya no se la bajará de vuelta si antes no merma la inflación.
Bajar la tasa, una decisión reñida
Fue una decisión reñida, dicen todos los que participaron. Tanto que no pudo ser tomada por unanimidad. Al igual que cuando Powell impulsó una rebaja de medio punto en septiembre se registró una disidencia. Aquella vez fue la gobernadora Michelle Bowman. Esta semana le tocó el turno a Beth Hammack, de la Fed de Cleveland. Su voto debe examinarse porque será el de la mayoría en la próxima reunión. Planteó la conveniencia de dejar la tasa sin cambios. Y de mantenerla allí hasta “que surja nueva evidencia de que la inflación retoma la senda que conduce a la meta de 2%”. Elemental, Hammack. “La economía está muy bien, pero hay trabajo que hacer con la inflación”. Inobjetable, pero vaya al rincón en soledad. No está castigada. Es una recomendación sensata. Solo que se aplicará recién en la reunión de enero. Nueve días después de la asunción de Trump. Los futuros de tasas están de acuerdo (y le asignan 91% de probabilidad). Mejor tarde que nunca. “Si la inflación se estaciona por encima de 2% por mucho tiempo, podría desanclar las expectativas inflacionarias”, alertó Hammack. Ni que lo diga. La inflación esperada implícita en los precios de los bonos del Tesoro a diez años escaló 30 puntos base desde septiembre, de 2% a 2,30%.
Las tasas largas, a decir verdad, llevan tres meses votando en disidencia. La Fed recortó un punto completo las tasas cortas. Y, tenaces, los rendimientos de los bonos aumentaron un punto completo a contramano. Sube la prima de inflación, pero más las tasas reales. La economía es una roca y no hace falta estimularla. Teléfono para el banco central y también para la nueva Administración. Ahora que la Fed bajó la tasa por tercera vez y tiene las manos libres, atenderá la llamada. Dice Mary Daly de la Fed de San Francisco: “la fase de recalibración quedó atrás, comienza una nueva fase, centrada en analizar la información entrante”. O, mejor dicho, la información que traerá consigo el presidente entrante.
Las Trumponomics definirán el trazo real
La Fed vuelve a la trinchera después de darse un recreo de gran relajación. En septiembre cuando rebajó medio punto la tasa no se sabía quién sería el vencedor en las urnas. En noviembre, cuando volvió a gatillar, ya lo sabía. Y también sabía de la inflación en alza el miércoles cuando completó el paseo. De aquí en más estamos avisados, la Fed retoma la data dependencia, y con celo exacerbado. Más que las cifras puntuales, o la inercia del pasado reciente, lo que la movilizará serán las políticas que impulse Trump. Elevar las proyecciones de inflación de 2025 y 2026 es una manera de prepararse. El proceso de baja de tasas no terminó, pero entra en suspenso hasta nueva orden. El mapa de puntos flamante contempla dos recortes en 2025 y otros dos en 2026. Pero se trata de un dibujo tentativo a mano alzada. Las Trumponomics definirán el trazo real.
A Wall Street no le agradó enterarse del quite de colaboración de Powell. Por eso, la baja de tasas no se festejó, y fue un castigo áspero para acciones, bonos, monedas y commodities. El mercado bull no está cuestionado, pero el rally de Navidad podría cancelarse a pesar de haber comprado ya los regalos (las ventas minoristas de noviembre fueron mejores de lo esperado). Powell prefirió avisar y dar un baño de realidad a tiempo antes que una tormenta después de que la nave zarpe. Es un mensaje al próximo capitán del barco más que a los pasajeros.