Su testimonio fue desgarrador. Sus palabras fueron conmovedoras. Con calma, sostuvo que solo tiene tristeza. “Lo quiero preso, nada más”, sostuvo Diego Del Rio, de 50 años. Se refería a su hermano menor, Martín Del Rio, juzgado por los homicidios a sangre fría de sus padres, José Enrique Del Rio y María Mercedes Alonso, doble crimen ocurrido en Vicente López el 24 de agosto de 2022.
El hermano del acusado fue el testigo principal de la segunda audiencia del juicio oral y público. Durante su testimonio se quebró y lloró. Se emocionó, sobre todo, cuando dijo: “En diez días perdí a toda mi familia, a la familia que crecí. Primero perdí a mis padres, diez días después a mi hermano [cuando fue imputado y detenido por el doble homicidio]”. En todo momento miraba al jurado popular, los ciudadanos que tienen que decir si el acusado es culpable o no.
Un momento de quiebre durante la declaración del hijo mayor de las víctimas fue cuando contó el pensamiento que tiene del momento de los asesinatos. “Lo que más bronca me da es que uno de los dos supo que los estaba matando su hijo. Alguno pensó: ‘nos está matando nuestro hijo’. Ese momento debe ser indescriptible. Estoy seguro de que ellos sabían que Martín estaba detrás de ellos, no tengo ninguna duda”. No solo lloró él, también uno de sus abogados, Felix Linfante.
“¿Por qué cree los mató?”, le preguntó el fiscal Alejandro Musso, quien junto con sus colegas Marcela Semeria y Gastón Larramendi, está a cargo de la acusación del Ministerio Público.
“Para mí, armó una bolsa de mentiras tan grande que no la pudo manejar más. Llegó un momento que el cúmulo de mentiras era tan grande que tenía que decir la verdad o tomar la decisión que tomó. Ya no podía sostener más la careta que tenía puesta”, afirmó.
El cúmulo de mentiras, como ventilaron los testigos que ya declararon en el debate, estaba encabezado por el supuesto departamento que el acusado había comprado en el edificio Château Libertador, en Núñez. Sus padres estaban convencidos de que la tarde en que fueron asesinados se iba a mudar. Estaban seguros de que iban a dejar la casona de Melo 1101, en Vicente López, donde, finalmente, fueron ejecutados a balazos.
Otra mentira, según reveló el hermano del acusado, es que sus padres creían que era cuestión de días ganar un juicio y cobrar 14.000.000 de dólares. “Mi padre estaba entusiasmado, se salía de sí mismo. Era duplicar lo que había hecho en toda su vida con una sola operación. Ese dinero nunca se iba a cobrar y mi hermano lo sabía desde hacía un tiempo. Era una mentira. Ese juicio para mí era como una leyenda urbana”, sostuvo. En ese instante, Martín Del Rio lloró.
Fue la tercera vez que lloró en la audiencia. Ante se había quebrado con la declaración de María Cristina Franco, una de las mejores amigas de su madre, que había dicho que lo quería mucho y que sufría por él. También lagrimeó cuando otro testigo, Ezequiel Jarsrosky, el dueño del departamento del edificio Château donde sus padres pensaban que se iba a mudar, recordó que un empresario gastronómico, cuando le pidió referencias, había definido a Martín Del Rio como “un garca”.
“Mi hermano estaba todo el día mintiendo. Comprando propiedades, pagando dos cuotas y nada más”, afirmó el testigo. Usó la palabra estafa. “Le falsificó la firma a un escribano”, sostuvo.
-¿Qué hubiese dicho su padre si su hermano le decía la verdad?, inquirió el fiscal Musso. La respuesta fue contundente: “Hubiese sido una charla dura, mi padre se hubiese enojado, pero nunca lo hubiese dejado tirado”.
Fue una pésima audiencia para la defensa de Del Rio, a cargo de los abogados Mónica Chirivin y Gastón Salamón. Franco reconoció al acusado como “el caminante”, como los investigadores llamaron al sospechoso que quedó filmado en las inmediaciones de la casa de las víctimas el día del homicidio.
El testigo principal de la audiencia también dijo que “el caminante” era su hermano. Mientras el fiscal Musso le hacía observar la filmación, Diego Del Rio, micrófono en mano, miró a los 12 jurados titulares y a los seis suplentes y, con seguridad, afirmó: “No tengo dudas. Esa persona es mi hermano. Hace 50 años que lo conozco. Mi hermano es un caminante. Su hobby era caminar. Es él de acá a la China”. El jurado lo escuchaba y miraba con atención.
Diego Del Rio contó que sus sobrinos, Milagros, de 22, y Santiago, de 19, dejaron de ir a ver a su padre a la Unidad 48 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) donde cumple la prisión preventiva.
“No le creen nada. Además, no lo quisieron ir más, sobre todo después ver todo lo que sufrió su madre. Al principio , Milagros y Santiago, me pidieron que todas las semanas le mandemos comida a San Martín [donde está situada la cárcel]. Pero duró cuatro semanas, dejaron de creerlo y me dijeron que no les mande más. Pero lo seguimos haciendo, todas las semanas le enviamos una compra de supermercado y cigarrillos que se lo lleva un remisero”, explicó el hermano del acusado.
-¿Qué sentimiento tiene?, le preguntó el fiscal Musso en medio del relato. “Una tristeza enorme”, respondió el hijo mayor de José Enrique y María Mercedes. Los hermanos Del Rio solo se llevan 11 meses. Nacieron en 1974, uno en febrero, otro en noviembre.
Diego Del Rio, ante una consulta del representante del Ministerio Público Fiscal, contó por qué su hermano tiene el apodo de Pato. “Pato criollo, a cada paso una cagada”, dijo.
También relató una deuda económica que su hermano tiene con él. “Le prestamos 120.000 dólares. Pagó dos cuotas y nunca más nada”, sostuvo Diego Del Rio.
En medio de su declaración, reveló que quedó como administrador de la sucesión de sus padres y que debieron “malvender” dos propiedades para pagar 1.500.000 de dólares de deudas que había contraído su hermano.
Fue una declaración que, sin dudas, conmovió a la gran mayoría de personas que estaba en la sala de audiencias. Era evidente la tristeza del hombre que, como él mismo dijo, en diez días perdió, inesperadamente, a su familia de origen.
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