El fútbol atravesó distintas etapas desde su ingreso al programa de los Juegos Olímpicos, fundamentalmente por los cambios en los estatus de los jugadores, entre profesionales y amateurs, y muchas veces en situaciones “híbridas”. Por eso, las comparaciones de niveles y exigencias son imposibles.
El reglamento actual –donde ya no rige el concepto de amateurismo- establece que el fútbol olímpico es para selecciones sub 23, con la autorización de tres mayores. Y bajo esa norma, la Argentina alcanzó la gloria en dos oportunidades: Atenas 2004 -de la mano de Marcelo Bielsa- y Beijing 2008 -con Lionel Messi, Ángel Di María, el Kun Agüero y Juan Román Riquelme que formaron una especie de Dream Team-. En ambos planteles estuvo Javier Mascherano, que tiene el récord de ser el único argentino dueño de dos medallas doradas. Antes, claro, hubo algunas sonrisas a medias, como la plateada en Atlanta 1996, o duros golpes como la prematura eliminación en Tokio 1964 en una zona integrada con los locales y Ghana.
Pero siempre hay una primera vez. Y el fútbol argentino tuvo su estreno olímpico hace casi un siglo, en Amsterdam 1928. Y fue con una medalla de plata, después del eterno duelo (resuelto en desempate) con los uruguayos, que revalidaron el título conquistado en París 1924 y que también fue la antesala de la primera final mundialista del fútbol, en 1930, el ahora mítico estadio Centenario de Montevideo.
La participación argentina se concretó después de ocho años en los que Boca y Huracán (Asociación Argentinal) jugaron por un lado y River, San Lorenzo, Racing e Independiente por otro (Asociación Amateurs). Los dirigentes fumaron la pipa de la paz, laudo del presidente Marcelo Torcuato de Alvear mediante, y se creó la Asociación Argentina Amateurs de Football. Con un equipo competitivo la Selección armó las valijas y viajó por primera vez a Europa.
La Asociación designó a José Lago-Millán, oriundo de Pontevedra, Galicia, campeón argentino de atletismo y destacado preparador físico, como “entrenador”. Aunque su función en aquella época era principalmente la preparación física, mientras que las cuestiones táctico-técnicas se resolvían dentro de la cancha. Los jugadores eran elegidos por una Comisión de Selección compuesta por tres dirigentes. El DT en la cancha de aquella Selección era Manuel Ferreira, crack de Estudiantes de La Plata, luego apodado El Piloto Olímpico.
La base de ese trabajo se inició en el invierno anterior, cuando asumió Lago y la Selección enfrentó a Uruguay en las tradicionales copas Newton y Lipton, para recuperar posteriormente el título del Campeonato Sudamericano en Lima (con Humberto Recanatini como capitán y técnico en la cancha).
Para los Juegos Olímpicos –que también se consideraban un “Campeonato Mundial”– la Argentina dispuso de sus figuras de ese tiempo, como el citado caso de Ferreira. O los históricos Luis Monti y Raimundo Orsi, quienes más adelante emigrarían a Italia e integrarían la selección peninsular campeona del mundo de 1934. Roberto Cherro comenzaba a ser ídolo en Boca. Y el goleador olímpico fue otro argentino y xeneize, Domingo Tarasconi, cuyos once gritos en Amsterdam permanecen como récord de los Juegos.
La formación titular tenía a Ángel Bossio (Talleres RE) en el arco y, como defensores, Fernando Paternoster (Racing), Juan Evaristo (Sportivo Palermo), Segundo Médici (Boca) y Ludovico Bidoglio (Boca). Monti (San Lorenzo) era el “volante central” y la línea delantera alineaba a Cherro, Ferreira, Orsi (Independiente), Tarasconi y Alfredo Carricaberry (San Lorenzo).
También jugaron algunos partidos el arquero Octavio Díaz, el defensor Rodolfo Orlandini, el volante Saúl Calandra y los delanteros Feliciano Perducca y Enrique Gainzarain. Compartieron la medalla de plata, aun sin ingresar, Alberto Helman, Segundo Luna, Pedro Ochoa, Natalio Perinetti, Luis Wheimuller y Adolfo Zumelzú. De los principales jugadores de esa época, y por distintos motivos, sólo faltaban Recanatini y el goleador Manuel Seoane.
Uruguay, con Pedro Gianotti como entrenador, llegaba con ocho de los hombres que defendían el oro de París 1924: José Nasazzi, Andrés Mazzali, José Leandro Andrade, Santos Urdinarán, Héctor Scarone, Pedro Petrone, José Cea y Pedro Arispe. Se habían lucido en aquellos Juegos de París y fueron ovacionados después de golear a los suizos por 3-0 en la final. Para retribuir esa ovación, dieron la vuelta a la cancha del Estadio de Colombes. Y así nació el concepto de vuelta olímpica.
El sorteo fue mucho más favorable para Argentina que para Uruguay, y así el camino a la final se hizo sencillo: goleada 11-2 sobre Estados Unidos en el debut, 6-3 a Bélgica en cuartos de final y 6-0 a Egipto en semifinales. Los uruguayos, en cambio, tuvieron que luchar contra los locales para el 2-0 en la primera ronda, luego golearon a Alemania 4-1 en cuartos y sufrieron para el 3-2 ante Italia en semis.
El debut argentino, el 30 de mayo, fue un contundente triunfo sobre Estados Unidos donde marcaron Tarascone (4), Cherro (2), Ferreira (2), Orsi y Ferreira. En el partido con Bélgica, el 2 de junio, la Argentina se adelantó 3-0, pero los belgas empataron al comenzar el segundo tiempo. Luego, Argentina lo liquidó. Cuatro días después, contra Egipto fue más sencillo y allí convirtieron Tarasconi (3), Ferreira (2) y Cherro (1).
La cancha del Estadio Olímpico estaba en malas condiciones después de la intensa lluvia en las horas previas. Se estima que hubo unos 28 mil espectadores, de los cuales 25 mil pagaron su entrada y los otros tres mil eran invitados. En Uruguay volvía el capitán Nasazzi –que se había perdido la semifinal por la suspensión, tras ser expulsado con Alemania- pero Castro estaba en lugar de Scarone, mientras que la Argentina no contaba con Cherro –lesionado- y en su lugar estaba Gainzarain.
El 10 de junio de 1928, con Job Mutters, de Países Bajos; como árbitro, Uruguay y Argentina empataron 1-1 en la final olímpica. Petrone marcó para los uruguayos a los 23, mientras que Ferreira empató para Argentina a los 5 del segundo tiempo. Y el marcador no se modificó en el alargue de media hora, obligando a un partido de desempate, tres días después.
Si esta clase de partidos necesitan de un “culpable”, para la Argentina quedó el infortunado Gainzarain. Cuenta la crónica del diario La Argentina: “Faltaban tan solo dos minutos para finalizar el match, cuando los argentinos estuvieron a punto de conseguir el triunfo. Carricaberry recibe la ball de Monti, pasando rápidamente a Gainzarain, quien ejecuta un potente tiro que Mazzali detiene admirablemente salvando con su segura intervención un tanto seguro”. En otro recuadro, se lee que Gainzaraín “envió un tiro a las manos de Mazzali” y que “era más difícil errar el gol que hacerlo”.
En abril de 1961, Clarín reunió en Montevideo a los campeones olímpicos Andrés Mazzali y José Nasazzi. Mazzali contó en esa nota sobre Gainzarain: “Se lo culpó de no haber ganado, o poco menos, el partido. Lo estoy viendo llorar al final del partido. ‘Lo que hice -dice Mazzali que decía el Vasco-, lo que hice, no tengo perdón’. Le juro que me dolía. A mi criterio no pudo hacer otra cosa que lo que realizó. Tirar desde donde podía y adonde podía”. Ese mismo día, 30 de abril de 1961, Clarín también publicó una entrevista a Gainzarain, ya jubilado: “La escena nunca se borrará de mi recuerdo. Lo que se dijo al respecto, no me interesa aunque me haya afectado”.
Para el desempate en Amsterdam, Scarone volvió como titular uruguayo y formaron: Los uruguayos se pusieron en ventaja, con Figueroa a los 17 minutos, igualando Monti a los 29. A los 28 del segundo tiempo, Scarone sentenció el partido con un zapatazo desde fuera del área. Fue tras un pase de Borjas y los uruguayos hicieron un mito de esa jugada. “Es tuya, Héctor” le gritó Borjas. “Es tuya…” quedó para siempre.
El Gráfico tituló: “Scarone nos quita Amsterdam”. Tarasconi lo lamentaría mucho tiempo: “Perdimos la final de forma increíble –contó–. Los uruguayos siempre tuvieron suerte en los partidos definitorios. El primero lo empatamos 1 a 1. En el desempate, Scarone le hizo un gol desde 40 metros a Bossio, un gol imposible. Nos perdimos el empate. Yo entré a la carrera y tiré fuerte. La pelota superó al arquero y sobre la línea saltó un defensor uruguayo y la alcanzó a sacar”.