Víctor Hugo Morales, en los tiempos que se dedicaba al relato deportivo y no al político, encabezaba cada ataque del equipo azul y oro al grito de “y Boca vaaaa”. Estiraba la última letra que prenunciaba una jugada que podía terminar en gol. Héctor Caldiero, otro histórico narrador deportivo que siguió la campaña xeneize hasta su muerte en 2011, le decía “Boquita”. Y aunque la relación entre los colores y sus hinchas es indestructible, no siempre es tan sólida con el equipo. A fin de cuentas, jugadores y técnicos son aves de paso. Algunos quedarán en la historia y otros pasarán con pena y sin gloria.
La gestión de Juan Román Riquelme, que transita su quinto año -el primero como presidente- tuvo cinco entrenadores: Miguel Angel Russo, Sebastián Battaglia, Hugo Ibarra, Jorge Almirón y Diego Martínez. Se ganaron títulos, claro, con aquel primer fogonazo en vísperas de la pandemia. No obstante, recién en este 2024 parece haber dado en la tecla con el técnico. Al menos, en un aspecto no menos importante que el resultado para muchos de los que copan la Bombonera durante las noches de copas, como la hoy vivirán ante Trinidense, o las tardes del campeonato local.
Boca juega cada vez mejor. Y la histórica crítica que opacaba las victorias ponderando las individualidades por encima del funcionamiento colectivo hoy quedó en un segundo plano. Hay equipo. Fluyen las sociedades. Martínez consiguió darle identidad.
«La gente se siente identificada con lo que los muchachos están dando adentro de la cancha. Los jugadores también están sumando cada vez más confianza. Para poder lograr los objetivos tenemos que ir evolucionando como equipo”, dijo el entrenador de 45 años en Rosario, tras el triunfo ante Newell’s.
Cuando la pregunta que los hinchas se hacían en las tribunas y los analistas fuera de los márgenes del césped era “¿a qué juega Boca?”, hoy la respuesta es muy clara. Se trata de uno de los equipos con mayor tenencia, con volumen futbolístico a partir de sus mediocampistas y con contundencia a partir de las situaciones que genera en cada partido. Tiene “brillo”, una palabra que utilizó Martínez para referirse al plus que le da la presencia de Guillermo Fernández, pero que ya había ganado desde que eligió sangre joven para la mitad de la cancha.
Cristian Medina (21 años), Equi Fernández (21) y Kevin Zenón (22) son inamovibles. En ausencia de Pol, Jabes Saralegui (20) no sintió la presión de reemplazar al capitán volcado a la derecha. También mostró estar a la altura Mauricio Benítez (20) para incorporarse en el círculo central cuando la coyuntura lo requirió (hoy sería titular en reemplazo de Medina, que arrastra un golpe). Y si el núcleo del equipo funciona, los caminos se abren.
Boca tiene dinámica y cambio de ritmo no sólo porque sus volantes son jóvenes; también, por la predisposición que tienen para pisar el área. Medina y Zenón, especialmente. Equi es salida limpia, distribución y también llega lejos. Y como dijo el propio futbolista, esa simbiosis con el entrenador es clave.
«El técnico nos da esta identidad y nos transmite una manera importante de afrontar cada partido y cada entrenamiento. Hay que seguir por este camino. El equipo hizo un laburo excelente en lo grupal, para la tenencia y la recuperación. Esto nos hace muy fuertes y nos sirve un montón”, manifestó Fernández.
Adelante, se le destrabó el gol a Edinson Cavani, que esta noche volverá a jugar, Miguel Merentiel es un jugador cada vez más completo que no sólo vive de la definición y Luca Langoni volvió a marcar después de un año, justo en una etapa clave.
Boca tiene argumentos para soñar con el éxito. El juego, esta vez, ayuda por encima de las figuras.