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domingo, 13 octubre, 2024
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Jelena Ostapenko, de ganar Roland Garros a los 20 años y sufrir críticas por su cuerpo a bajar a la número 1 y ponerle picante al US Open

Un huracán sacudió la tranquilidad del US Open. Un huracán llamado Jelena Ostapenko, quien dio el mayor batacazo en lo que va del torneo y provocó un sacudón grande en el circuito WTA. Es que la número 21 del mundo bajó con autoridad a Iga Swiatek, máxima favorita y campeona defensora, y sentenció el final de 75 semanas de reinado de la polaca en el ranking mundial.

Con esa resonante victoria que la metió en cuartos de final y dejó 4-0 el historial ante la polaca, la letona de 26 años avisó que está bien encaminada para volver a los primeros planos del tenis y, tal vez, cumplir con las enormes expectativas que había generado cuando irrumpió en el circuito hace seis años y que terminaron cayendo en el olvido.

Ostapenko estaba llamada a ser una número 1 y a dominar el circuito cuando a mediados de 2017 fue protagonista de una inesperada consagración en Roland Garros con apenas 20 años y dos días -fue la campeona más joven desde Ana Ivanovic en 2007 y la primera no preclasificada desde 1933- y con un tenis por demás agresivo y potente.

Su victoria en la final ante la rumana Simona Halep, tercera del ranking, le permitió cosechar su primer título y la transformó en una estrella de la noche a la mañana. Y ella no supo manejar esa nueva realidad.

Jelena Ostapenko celebra su victoria frente a la uno, Swiatek. Foto: AFPJelena Ostapenko celebra su victoria frente a la uno, Swiatek. Foto: AFP«Mi vida cambió cuando gané en París. Necesitaba tiempo para adaptarme a todo. No fue fácil porque tenía 20 años. Es muy difícil acostumbrarse a tanta atención y presión. Todos esperan que ganes cada partido, cada torneo, pero esto no es posible porque sos humana y no podés ganar cada día», recordó tras el triunfo ante Swiatek.

Le costó a la letona acomodarse a su nueva vida. Y eso se reflejó en los resultados. En los últimos años, su carrera estuvo marcada por la irregularidad: rendía bien una semana y luego hilvanaba derrotas en primeras rondas. Ganó lo suficiente -cinco títulos más- para mantenerse en el top 100, luego de haber tocado el quinto escalón en marzo de 2018, año en el que llegó a semis en Wimbledon. Pero no tuvo continuidad, perdió confianza y ese futuro brillante que le auguraran no llegó.

Con una mochila muy grande en su espalda, Jelena empezó a llamar la atención por otras razones. Tras regresar al circuito en 2019, luego de cerrar temprano su temporada anterior por una lesión en la muñeca izquierda, fue centro de duras críticas por su físico, que no encaja en el «modelo» de jugadora alta y delgada (como Elena Rybakina) o robusta y fuerte (como Aryna Sabalenka). También por su colorida y extravagante vestimenta. Pero ella hizo oído sordo a los comentarios negativos.

Ostapenko, feliz en 2017, tras su coronación en París. Foto EFE/EPA/TATYANA ZENKOVICH Ostapenko, feliz en 2017, tras su coronación en París. Foto EFE/EPA/TATYANA ZENKOVICH «Lo único que me importa es pasarla bien en la cancha. La mayor parte del tiempo no me importa nada lo que dice la gente. Si la gente sabe quién sos, hablará de vos; bien o mal, pero siempre hablará. Si nadie habla de vos, es porque dejaste de ser interesante«, comentó a principios de este año.

Y agregó:»Creo que en el circuito hay demasiadas jugadoras parecidas. Todas quieren ser iguales a las demás. Me gustan más los personajes como Serena Williams, que tiene una personalidad fabulosa. Para mí, todas las jugadoras deberían ser especiales, todas tienen que ser ellas mismas».

No solo de los ataques maliciosos a su aspecto físico, un problema muy presente en el tenis y en el deporte profesional, se defiende Ostapenko. También se planta firme ante las críticas -algunas justificadas, en este caso- a ciertas actitudes polémicas y declaraciones controversiales que son moneda corriente en su carrera.

En Wimbledon 2021, por ejemplo, tuvo un cruce fuerte con la australiana Alja Tomljanovic, quien la acusó ante el umpire de fingir una lesión y pedir la atención del médico cuando perdía 0-4 en el tercer set, para enfriar el partido.

l año pasado se fue abucheada del All England luego de arrojar una botella de agua con fuerza contra su silla tras perder en octavos con la alemana Tatjana Maria. Poco después, aseguró que su rival había tenido «suerte» de ganar y que ella era «mejor jugadora», palabras que ya había dejado escapar algunas veces antes sobre otras colegas y que le ganaron la chapa de «mala perdedora».

Tras perder en las semis de este año en Roma ante Rybakina, quedó otra vez en el centro de la polémica. Tras un incómodo saludo en la red al final del encuentro, la kazaja le hizo una seña al umpire como pidiéndole que tomara nota de una declaración de Ostapenko. Y poco después, el entrenador de Rybakina reveló cuál había sido el problema: «Le dijo: ‘Sos una maldita zorra’ justo enfrente mío».

En una entrevista con el sitio Clay en febrero pasado, reflexionó: «Cuando juego contra alguien que no me cae bien, tengo muchas ganas de ganarle. No disfruto haciendo enojar a mis rivales, simplemente intento no malgastar mi energía en cosas que no debería. Hablo y grito algunas cosas, no sé. Claro que a veces no debería hacerlo, pero es difícil de decir. Soy muy emocional».

En este US Open, Ostapenko protagonizó una insólita situación, cuando echó a un espectador de su partido de tercera ronda ante la local Bernarda Pera. «Cuando sacaba, empezó a gritar como un loco. Y no una o dos palabras, sino dos o tres frases seguidas. Por supuesto, el juez de silla le mandó a callar. Hizo el amago de levantarse e irse, así que le dije que lo hiciera», contó la letona.

Las imágenes del encuentro la mostraron haciendo ademanes con sus brazos, señalándole la salida al hombre y luego llevándose la mano a la sien, como diciendo que estaba loco.

Pero mientras se acomodaba a su nueva fama y cosechaba algunas polémicas, Ostapenko siguió trabajando en su tenis. Mejoró muchísimo su saque -muy flojo cuando tuvo su explosión en 2017-, desarrolló un juego más completo y aprendió a adaptarse a diferentes situaciones durante los partidos. Antes ,si no le salía el plan A, perdía el rumbo. Y de a poco fue construyendo su regreso a la elite.

En enero, en Australia volvió a jugar cuartos en un Grand Slam después de cuatro años y medio. Y el domingo a última hora dio el golpe en el US Open, donde ahora espera dar un paso más.

«Soy más madura y no siento la presión que sentía antes», aseguró quien buscará este marte una semifinal en Nueva York nada menos que ante Coco Gauff, la local favorita del público.

«Estuve practicando muy duro antes de la gira estadounidense. Sentía que estaba bastante bien en muchos torneos, pero que luego llegaba aquí y nada funcionaba -confesó-. Seguí intentándolo, trabajando, hasta que por fin mi juego está volviendo a su lugar. Me estoy sintiendo bien. Estoy jugando más libre, en el buen sentido, sin pensar demasiado. Y disfrutando».

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