El marplatense juega este sábado la final del dobles junto con el español Marcel Granollers. Del otro lado estarán el neerlandés Wesley Koolhof y el británico Neal Skupski. La historia de una metamorfosis.
A quienes nos toca viajar mucho por Latinoamérica o por países en los que el tenis tiene cierta historia, nos es mucho más fácil dimensionar y valorar los logros de nuestros compatriotas y no caer en naturalizar y acostumbrarnos a los buenos resultados. Siempre se habla de que en todos los niveles del tenis mundial hay algún argentino levantando el trofeo de la semana, accediendo a instancias decisivas o dando grandes sorpresas. Todos los años nos siguen regalando nuevas figuras o momentos. Y hasta se actualizan algunos récords: por ejemplo, que Francisco Cerúndolo ganó un título sobre césped 28 años después de aquel torneo que gané en Nottingham, allá por 1995.
Por todo esto es que seguimos felices y celebrando que Horacio Zeballos esté en una nueva final: en este caso en Wimbledon, en compañía de Marcel Granollers, el español con quien ha tenido muchísimo éxito. Para Zeballos, será su tercera final de Grand Slam, su segunda en Wimbledon. Pero, como él mismo reconoció, siente que en esta final tiene sentimientos distintos. Tal vez el conformismo del pasado llegó a su fin y le dio lugar a esa linda sensación de que uno lo quiere, que uno se lo merece.
Zeballos claramente se merece un título de Grand Slam. El marplatense, de familia tenística, disfruta este enorme momento. Se sabía del enorme potencial que siempre cargó y al que en varias ocasiones le supo sacar brillo: su saque difícil de neutralizar, su drive letal y ese revés a una mano que tenía sus momentos. Con un estilo agresivo de siempre asumir el riesgo de equivocarse antes que quedarse esperando a ver qué es lo que ocurre. En esa búsqueda, claramente su carrera tuvo altibajos. Su juego tenía esa cambiante manera de mostrarse por ratos implacable y letal, y por otros, errático y distraído. Pero lo cierto es que la distracción no estaba puesta nunca a la hora de entregarlo todo y a la hora de ir por sus sueños.
Zeballos se unió con Alejandro Lombardo, su entrenador, allá por 2008. Cuando comenzaron hace 15 años, estaba 341° en el ranking y en poco menos de dos años el trabajo cotidiano logró que tocase el puesto 41. Su historia iba a marcar un gran momento en Viña del Mar 2013, donde le ganó a Rafa Nadal por 6-7, 7-6 y 6-4, en una de las pocas finales que el español perdió en polvo de ladrillo.
La vida, una vez más, vuelve a premiar a aquellos que más oportunidades se dan. Y tal vez a Zeballos, en esa suerte de irregularidad o de un juego más inestable, también se le escaparon muchísimos partidos que le hubiesen permitido escalar más. Pero todos tenemos siempre una cuenta pendiente en nuestra carrera deportiva.
Cuando Zeballos logró una muy buena estabilidad y empezaba a consolidarse, allá por 2019, tuvo en su familia a una fuerte columna vertebral. Como las giras largas se hacían muy difícil, el single le empezó a decir: “Hasta acá llegué”. Y tuvo seguramente momentos de dudas y análisis. En algún momento creyó y sintió que con el single se iba su carrera, pero la inteligencia y la ascendencia de su gran entrenador hicieron que el dobles le diera una oportunidad más. Era un muy buen jugador de dobles, pero claramente sus intenciones y sus energías estaban puestas en el single. Los buenos resultados inmediatos ayudaron a convencer al zurdo de que el dobles podía ser el camino. Con su linda personalidad y buen carácter, ha aprendido a manejarse y por eso se le dieron los resultados.
Hago hincapié en Lombardo, su entrenador, porque a veces su excesivo perfil bajo ha hecho que quede siempre fuera de la escena. Él siempre quedó a un costado, pero vaya que hizo y tuvo méritos para ser considerado también uno de los grandes exponentes en ese rubro para el tenis argentino. Porque lo que ha logrado con Zeballos en su máxima expresión y que ambos sigan juntos después de tanto tiempo habla que dos buenas personas que se han encontrado para cumplir una misión. Y la misión está cerca de darse: la búsqueda de un título de Grand Slam.
Granollers toma con buen humor y con alguna que otra risa que en las conferencias de prensa después del dobles, Zeballos tiene buena presencia de medios argentinos y latinoamericanos y Granollers tiene poco seguimiento. Claro, Rafa y Alcaraz llaman mucho más la atención. Pero nosotros no debemos naturalizar lo que está ocurriendo: en Wimbledon: Zeballos demuestra que es hoy claramente uno de los mejores del mundo, porque ha encontrado regularidad.
Cuando él empezaba a jugar al tenis, el dobles era muy distinto al que se juega hoy. Antes era un complemento como para mantenerse un poquito en competencia, para hacer saque y red, y para devolver. Desde hace tiempo el dobles tiene una fuerte vida propia y es por eso que para ser de los mejores hay que estar 100% abocado a ello.
Argentina estará pendiente este sábado de la final de dobles por Zeballos en la Catedral del Tenis. Y por eso quisiera cerrar con una reflexión, porque muchas veces el jugador piensa que es todo o nada. Claro que está en juego ser el campeón de un Grand Slam o ser el finalista. Pero a la distancia los jugadores entienden que más allá de los resultados, se valora y se mira con orgullo todo lo logrado, construido y transitado.