Un artista se hace grande cuando no solamente mira hacia sí mismo, sino a los efectos de la aportación de su mundo interno en un contexto creativo y cultural complejo, cambiante. De ahí nace un legado y el del guitarrista Manolo Sanlúcar huele a la sal del mar de Cádiz, los terrenos de olivares, la tradición oral del pueblo. Así lo evoca La canción de Andalucía, pieza creada por el maestro para demostrar la devoción a su tierra y que este jueves ha abierto la 42º edición del Festival de la Guitarra en el Teatro de la Axerquía, junto con Medea, una de sus composiciones más emblemáticas, en un programa de producción propia de esta cita musical para homenajear al músico de Sanlúcar de Barrameda.
La Orquesta de Córdoba, bajo la dirección de Michael Thomas, ha sido la encargada de arropar en la interpretación de las piezas al guitarrista flamenco Santiago Lara, acompañante del fallecido guitarrista durante años y quien esta noche también ha contado con la compañía en el escenario Javier Ibáñez, como segunda guitarra, y de Perico Navarro a la percusión. Al cante, se ha sumado la frescura de la cordobesa Rocío Luna, así como un coro dirigido por Javier Sáenz-López y cuya particularidad — he aquí una demostración del compromiso colectivo con esta iniciativa — es haberse formado con ciudadanos no profesionales, elegidos mediante una convocatoria que recibió más de 300 solicitudes.
Una combinación tan singular como acertada para lograr la fidelidad a la técnica de las composiciones, pero sin perder ese aire soñador e imaginativo que caracterizaba a la filosofía de Sanlúcar, pieza clave en el desarrollo de este Festival por su participación como intérprete y como profesor en los cursos de las actividades complementarias.
El homenaje a Manolo Sanlúcar ha abierto el Festival de la Guitarra de Córdoba. A.J. González
La adaptación de Medea, nacida como encargo del Ministerio de Cultura para el Ballet Nacional de 1984, lleva consigo ese halo de flamenco, que no pierde el duende pese a estar concebido para lo sinfónico. La asociación de ese personaje femenino de Eurípides, tan indomable o fuera de la norma, con el espíritu gitano es inevitable. Como inevitable es ver salir el orgullo andaluz de un punteo de guitarra clásica.
Esta pieza abrió la velada en un Teatro lleno, señal de las ganas del público cordobés de recibir la nueva edición de la cita con las seis cuerdas. En el ambiente la ilusión pronto manifiesta en la música por recordar a un espíritu artístico todavía muy presente entre quienes han vivido la programación del Festival de la Guitarra desde sus inicios. Sanlúcar estaba presente en el cajón y en la pasión de michael Tomas al dirigir a una orquesta entregada. El público, además, parecía comprometerse con el recuerdo al asisitir en silencio a los cambios de intensidad, las diferentes etapas sonoras basadas en conceptos como la seducción o la riña. Pasiones del alma. Turbulencias de los amantes. Saqueo. Inquietudes de un pueblo que quiere ser libre.
Unas representaciones visuales en movimiento, con un aire renacentista y contemporáneo, llenaba el fondo del escenario; servía de guía emocional para el derroche de talento sobre el escenario. Con la unión de las percusiones crecía la intensidad emocional. Por el público se escuchó una referencia a El amor brujo de Manuel de Falla. No iban desencaminados. En el centro de una pasión que se quema también cabe la sutileza de un punteo de guitarra.
Calidad sinfónica
En el alarde de calidad sinfónica que es Medea también se vislumbran referencias bíblicas. Como si el reunirse en torno al recuerdo de la figura de Sanlúcar supusiese, en cierto modo, asistir a una eucaristía por el arte. Por la trascendencia casi sagrada del poeta de los acordes. Quizá no haya tanta diferencia entre un poeta y un guitarrista.
«Pude realizarme como músico, hablándole al público de mi tierra», profetizó una voz emulando a Sanlúcar antes de dar paso a la voz de Rocío Luna para cantar por Andalucía. Eres la aurora del alma mía, donde se mece con tu luz mi corazón. La esencia de una tierra está en quienes la cantan, quienes la tocan, quienes la sienten. Ellos, como el maestro Sanlúcar, siempre serán recordados.